Apología de la infancia
Estaba pensando.
Hace una semana creían que yo tenía ocho años. Y esta semana resulta que lo que tengo es un ratoncito que vive en mi casa, que es muy pequeña muy pequeña, en la que apenas entro yo. Y esta semana también he aprendido que puedo volar, pero sólo cuando no me miran. Y que me convierto en un avión supersónico si atravieso el patio corriendo con los brazos extendidos y un mico de medio metro a mi vera. Y que mi boli es una varita "magic" y que en el bolsillo tengo polvos mágicos para que deje de doler el chichón.
No sé de qué me quejo. Si en el fondo me presta llegar a casa con los pantalones tuneados con plastidecor naranja; y con los dedos pegajosos por el pegamento de barra y por no sé qué otra sustancia más; y con la cabeza como un bombo por el ruido que hacen las sillas multicolores en la parrilla de salida cual carrera de Fórmula 1.
Puede que sea agotador, pero al acabar la clase cada detalle se convierte en una anécdota. Y te bien-acostumbras a ver las caras ojipláticas de los niños cada vez que dices la palabra cuento. O lo concentrados que se ponen algunos si les enseñas a dibujar una margarita con sonrisa incluida, ¡ojo!
Me rindo ante ellos.
Firmado: Susanita, la que tiene un ratón
Hace una semana creían que yo tenía ocho años. Y esta semana resulta que lo que tengo es un ratoncito que vive en mi casa, que es muy pequeña muy pequeña, en la que apenas entro yo. Y esta semana también he aprendido que puedo volar, pero sólo cuando no me miran. Y que me convierto en un avión supersónico si atravieso el patio corriendo con los brazos extendidos y un mico de medio metro a mi vera. Y que mi boli es una varita "magic" y que en el bolsillo tengo polvos mágicos para que deje de doler el chichón.
No sé de qué me quejo. Si en el fondo me presta llegar a casa con los pantalones tuneados con plastidecor naranja; y con los dedos pegajosos por el pegamento de barra y por no sé qué otra sustancia más; y con la cabeza como un bombo por el ruido que hacen las sillas multicolores en la parrilla de salida cual carrera de Fórmula 1.
Puede que sea agotador, pero al acabar la clase cada detalle se convierte en una anécdota. Y te bien-acostumbras a ver las caras ojipláticas de los niños cada vez que dices la palabra cuento. O lo concentrados que se ponen algunos si les enseñas a dibujar una margarita con sonrisa incluida, ¡ojo!
Me rindo ante ellos.
Firmado: Susanita, la que tiene un ratón